jueves, 17 de junio de 2010

Pan diario: LUCAS 11-1


Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó

uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también

Juan enseñó a sus discípulos.


Cuando yo era chica, una de las primeras enseñanzas que recibí fue esta: Orar es hablar con Dios. Grande era mi sorpresa, pues lo único que conocía eran repeticiones, algún Padrenuestro medio incompleto, pero me encontré con esta nueva relación con Dios, a Dios se le podía hablar, como cuando uno está hablando con su compañero, con su amigo, con su padre.

Esto parecía un poco difícil, pues muchos teníamos, y aún tienen, la idea de que Dios es un ser lejano, absolutamente inaccesible, que está permanentemente airado con nosotros, al que su único deleite es castigar a la criatura que él mismo creó. Por eso, creo yo, que los discípulos no entendían cómo Jesús pasaba tanto tiempo orando, y no sólo el tiempo, sino también el lugar. Jesús no oraba sólamente cuando llegaba al Templo o en la sinagoga, El aprovechaba cuanto tiempo tenía libre para orar, y esto a sus allegados los tenía asombrados. En primer lugar, porque la oración era asociada con el pecado, y ellos veían el caminar diario del Maestro, y en segundo lugar, porque los milagros mas asombrosos vinieron desapués de grandes períodos de oración. ¿Qué había en la oración que Jesús la buscaba tanto? En la oración había comunión con su Padre, era su vía de comunicación con el cielo, era su descanso, era donde se renovaban sus fuerzas; la oración era, para Jesús, como estar en el cielo, era donde no se sentía solo, era estar con Dios.

¿Qué es la oración para nosotros? ¿Es un mero repetir, o una absoluta pérdida de tiempo? ¿ Es un momento que disfrutamos o que no vemos la hora que termine?

Que en nosotros tambíen haya ese deseo de orar, de pasar un tiempo con nuestro Padre, que sea un momento de gozo y fortaleza, como lo era para Jesús. Bendiciones.