domingo, 9 de mayo de 2010


Su tú dispusieres tu corazón,

y extendiéres a él tus manos

Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la

echares de ti

Y no consintieres que more en tu casa la

injusticia.

Entonces levantarás tu rostro limpio de

mancha,

Y serás fuerte y nada temerás;

Y olvidarás tu miseria,

o te acordarás de ella como aguas que

pasaron.

La vida te será mas clara que el mediodía;

Aunque oscureciere, será como la mañana

Tendrás confianza, porque hay esperanza;

mirarás alrededor, y dormirás seguro.

Te acostarás y no habrá quién te espante;

y muchos suplicarán tu favor.

Pero los ojos de los malos se consumirán,

y no tendrán refugio;

y su esperanza será dar el último aliento.


Job 11:13-20


¡He aquí una sublime receta de la felicidad! A veces, la felicidad parece algo que está lejano, y hasta fuera de nuestro alcance; pensamos encontrarla en el dinero o en tantas cosas en las que enfocamos nuestra vida, pero siempre está delante de nosotros, mas allá...


O quizás logramos asirnos de ella, pero era tanta la expectativa que habíamos puesto que, cuando llegamos, decimos: ¿y esto era? No me siento satisfecho... y nos embarcamos de nuevo en busca de la tan anhelada felicidad.

Pero Dios nos deja esta receta en su libro sagrado, para que nosotros no busquemos en vano, ni perdamos nuestro valioso tiempo, ni equivoquemos el camino.

Eso sí, hay una sola entrada y nosotros tenemos que poder verla, sólo una, sólo un comienzo, y el comienzo de esta felicidad es volvernos hacia Dios, es reconocer que nuestro caminar está errado, y disponernos a que El nos guíe con su mano, como el niño se toma de la mano de su padre y confía que así está seguro, así Dios quiere que nos tomemos de su mano para poder ser nuestro guía, nuestro Padre, nuestro Dios.

Pero hay una pequeña cláusula, y ésta no depende de Dios, sino de nosotros; es nuestra decisión querer asirnos de la mano de Dios, su mano siempre está extendida hacia el ser humano; está en nosotros querer ser verdaderamente felices. Hoy es sólo una decisión... mañana puede ser nuestra condena.